lunes, 1 de septiembre de 2008

EL AJEDREZ ES LA PIEDRA DE TOQUE DEL INTELECTO

Jesús González Bayolo Presidente del Comité de Historia Federación Cubana de Ajedrez Esta conferencia no la titula un ajedrecista, sino un hombre de altísima sensibilidad y una de las más excelsas figuras de las letras universales, Goethe, quien sin proponérselo ofreció con esta frase la respuesta ideal a la eterna y filosófica pregunta ¿qué es el ajedrez? Tal interrogante, sin respuesta exacta, nos puede llevar por interesantes y a la vez enriquecedores laberintos de ideas, de la sabiduría y la cultura humana.
En cierta ocasión un periodista inquirió del Gran Maestro Savielly Tartakower: ¿Quién ha sido el mejor ajedrecista de todos los tiempos? Si el ajedrez es una ciencia, el mejor es Capablanca; si el ajedrez es un arte el mejor es Alekhine; si el ajedrez es un deporte, el mejor es Lasker. Al tiempo que mencionó a las tres grandes figuras que dominaron el mundo del ajedrez en la primera mitad del siglo, Tartakower con su fino estilo arrimaba leña al fuego de la polémica sobre qué es el ajedrez.
No yerra quien diga que el ajedrez es un juego, pero si no se agrega nada más, sería una definición vacía, por su pobreza de espíritu, porque se trata de un juego educador del raciocinio, que desarrolla las capacidades intelectuales del individuo.

8 comentarios:

ajedrezwwww dijo...

El ajedrez ha servido de investigación en los campos de la psicología, la pedagogía y la cibernética, entre otros; ha sido tomado como modelo para estudios de computación y resulta una eficaz técnica de entrenamiento de las capacidades intelectuales. Es incuestionable, pues, su vinculación con la ciencia. Tiene muchísimo de deporte, tanto por su comportamiento competitivo, en forma de torneos, como por constituir una especie de gimnasia mental, lo cual viene siendo el complemento de la gimnasia y otras modalidades de actividad física que necesita el individuo para su salud corporal.
No es casual que sea tan popular el tenis entre los Grandes Maestros, que muchos no sólo sean hinchas del fútbol, sino que además lo practiquen, que las caminatas y las carreras figuren en la preferencia de otros, porque en el ajedrez de alto rendimiento se precisa de una gran preparación física, además de psíquica.
Digamos que ya no el técnico, sino el entrenamiento físico de un ajedrecista, ha de ser tan disciplinado como el de un gladiador, porque su combate, menos violento en el campo de los músculos, resulta muchísimo más prolongado en el campo de las ideas. Puede un ajedrecista perder más peso en una partida, que un luchador o un boxeador en un combate. Recordemos el primer match K-K, el argumento principal del Presidente de la FIDE, Florencio Campomanes, para suspenderlo sin vencedor ni vencido luego de 48 cotejos con el tanteo 5-3 favorable a Karpov, fue el agotamiento y el deterioro físico de ambos contrincantes y más marcadamente en Karpov, quién había estilizado aún más su figura.
Desde el momento que un ajedrecista participa en un torneo, se convierte en un deportista y vive los momentos épicos o sufre los sinsabores de cualquier otro dedicado a las más diversas modalidades olímpicas, porque alcanza mayor dimensión la disyuntiva ganar o perder. Muchísimo tiene de arte el ajedrez, por la satisfacción estética que provocan la mayoría de las partidas, con no menos admiración que la experimentada ante una obra maestra de la pintura, la ejecución de un clásico de la música, el descubrir toda la expresión que puede darnos una escultura, o el vibrar de una danza o un ballet que embelesa.
Recuerdo que hace poco más de 10 años asistí a una velada sobre arte y ajedrez en el Fondo de Bienes Culturales, en La Habana. Se trataba de una exposición de juego tallados en madera, que resplandecían por la concepción artística que le dio el escultor a las figuras. Allí cobró vida una interesante plática en la que el Gran Maestro Silvino García expresó: "El ajedrez es un arte oculto por su lenguaje".
Es una frase que le valdría celebridad universal. Ciertamente, para muchos resulta inapreciable el valor artístico del ajedrez, por desconocer su modo de expresión, que no es otro que la secuencia de jugadas, el regocijo que se experimenta ante el mundo de posibilidades que genera cada movimiento, y el contacto cercano de nuestro espíritu profundamente satisfecho.
Los armoniosos sonidos de la música le ofrecen en bandeja de plata a nuestros oídos esa arte, pero no cualquiera canta una ópera ni entiende las partituras para piano u otro instrumento. Si el lenguaje ajedrecístico tuviera mayor difusión y fuera dominado como se habla la lengua materna, vendría sobrando esta argumentación del ajedrez en pro del arte.
Cuando aún no tenía el diseño y las reglas actuales, el ajedrez fue durante siglos propio de reyes y otros nobles, enseñándose como cualquiera de las bellas artes y vinculándolo a otras, como por ejemplo las partidas vivientes que se efectuaban en los palacios y que constituían ballets ajedrecísticos.
También fue muy apreciado el ajedrez por los estrategas militares, que veían en el tablero escaqueado el campo de batalla. Los árabes fueron los mayores difusores del ajedrez, y junto con los avatares de la guerra, lo introdujeron en España. Precisamente el I Torneo Internacional se jugó en la corte de Felipe II, en 1575, entre dos españoles, Ruy López y Alfonso Cerón y dos italianos, Paolo Bol y Giovan¬ni Leonard. Este último resultó vencedor.
El primer hombre que se dedicó profesionalmente al ajedrez vivió en el siglo XVIII y fue el francés Francois André Danican Philidor; fue también el primer gran artista al tiempo que ajedrecista: era considerado el mejor autor de ópera cómica parisina, y dejó una basta obra también en esa especialidad.
Muchos ajedrecistas incursionan en otras modalidades de la cultura y el arte, pero sobre todo muchas personalidades, ya sean del arte, las ciencias o la humanística incursionan en el ajedrez, por la suma de pasión, psicología, filosofía e inteligencia intrínseca del juego.
Algunos nombres: Napoleón, Lenin, Bolívar, Martí, Céspedes, Finlay, Che Guevara... Vamos a hablar de estos y de otros más.
Comencemos por los científicos. Para todo ajedrecista es agradable saber que sentían gran amor por el ajedrez el astrónomo italiano Galileo Galilei, el filósofo holandés Baruch Spinoza, el matemático alemán Gottfried Wilhelm von Leibnitz, el filósofo francés Denid Diderot, el historiador polaco Joachim Lelewel y el inglés Henry Thomas Buckie, quien incluso rivalizaba con el gran Howard Stauton y le ganó un match al húngaro Lowenthal.
Acorde con el prestigio de la escuela rusa de ajedrez numerosos científicos de ese país han tenido su principal complemento en el ajedrez, como el autor de la tabla periódica de los elementos químicos, Dmitri Mendeleev; el inventor del telégrafo electromagnético Pavel Shiling; el matemático Nikolai Bugaev; el académico Andrei Markov, quien alcanzó celebridad jugando partidas a ciegas, y entre otros, el académico Vasili Omelianski, quien venció en un torneo de San Petersburgo, en 1904, a Mijail Chigorin, y en otra ocasión entabló con Akiba Rubinstein. Especial distracción de los científicos son las composiciones ajedrecísticas, ya sean finales o problemas de mate, encanto éste al que no han podido resistirse ni los Papas, y aquí mostramos una bella composición del Papa Juan Pablo II.
Una personalidad rusa, que hizo aportes en los campos de la ciencia, la lingüística y virtualmente en todos los órdenes, Lomonosov, era también un epígono del ajedrez, y tenemos los casos generales de científicos y ajedrecistas a un tiempo, como el húngaro Otto Blathy (1860 1939), el yugoslavo Milan Vidmar (1885-1962) y, claro, el pentacam¬peón mundial Mijail Botvinnik, quien dedicó los últimos años de su vida a los programas computarizados de ajedrez.
Al hablar de científicos y el ajedrez, un cubano no puede pasar por alto al Dr. Carlos J. Finlay, benefactor de la humanidad, al descubrir el mosquito transmisor de la fiebre amarilla. Finlay nació en Camagüey el 3 de diciembre de 1833, y su fecha de onomástico se celebra en Cuba como el día de la Medicina.
Acostumbrado a codearse con los bichos, Finlay tenía el "bichito" del ajedrez en la sangre. Fue jugador y en 1889 ganó una partida al campeón norteamericano G. MacKenzie, quien se atrevió a darle un caballo de ventaja; pero, sobre todo, Finlay destacó como analista, y resultan verdaderas joyas sus análisis del match Steinitz Chigorin, La Habana, 1889, especialmente la segunda. Recordemos que William Steinitz es oficialmente el primer Campeón Mundial de Ajedrez, desde 1886, y su primera defensa del título la hizo en La Habana tres años más tarde, contra el padre de la escuela rusa de ajedrez Mijail Chigorin.
Vayamos ahora al campo del arte, donde tenemos tantas pinturas con motivos ajedrecísticos, que podrían abarrotar la muestra de un museo, tantos ballets se registran en la historia, que podrían presentarse uno diario durante un año sin repetirse, tantos libros lo han citado, que no podemos citar a todos los libros, y ha sido motivo de inspiración para poetas y músicos.
Se asegura que Serguei Prokofiev ha sido el mejor ajedrecista entre los músicos... ¡y el mejor músico entre los ajedrecistas! Brillante como pianista, inmortal como compositor, por haberse adelantado a su tiempo, e incluso en su estilo de ejecución, a Prokofiev el ajedrez le ayudaba a componer música, y la música a jugar al ajedrez. Fue amigo de tres campeones mundiales: Lasker, Capablanca y Botvinnik, y se enfrentó a ellos varias veces en simultáneas.
Con Prokofiev nació la música del siglo XX y con la ganancia del músico tal vez se perdió un ajedrecista de extra clase, pero igual lo agradecemos todos, porque dejó su huella de éxito en la sabiduría humana.
Uno de los matches que más relevancia han tenido en este siglo lo jugaron... ¡dos músicos!, en el club de Maestros de las Artes de Moscú, en 1937. Los rivales eran Serguei Prokofiev y el famoso violinista David Oistrach, otro músico tocado por el mágico encanto de la Diosa Caissa. Entre los hinchas que acudían a ese match estaba Mijail Botvinnik, quien acotó: "Se trataba de una lucha de caracteres: el impulsivo Prokofiev (quien jugaba imprudentemente, procurando atacar) y el cuidadoso, reflexivo Oistrach, ajedrecista moderno (no se arriesgaba y poseía alta técnica)".
Prokofiev y Oistrach eran grandes amigos. Cuatro de las cinco partidas fueron tablas y la otra la ganó el violinista. Prokofiev acudió muchas veces a torneos a ver jugar a quien fuera 27 años Campeón Mundial, Emmanuel Lasker, y cuenta que poco antes del fallecimiento de éste (ocurrió en 1941), mientras ofrecía un concierto en Nueva York, vio a Lasker en primera fila. Se originó allí un paradójico homenaje. Al finalizar el concierto, Prokofiev se acercó a la primera fila a estrechar la mano de aquel especial espectador. Otros famosos compositores musicales se aficionaron al ajedrez, como Beethoven, Chopin, Shostakovich... y larga es la relación de los maestros de ajedrez vinculados con la música, como Tarrasch, Smislov, Taimanov, Portisch, Francisco J. Pérez.
Lajos Portisch tiene dotes de cantantes de ópera y dice que esa es una faceta muy importante en su vida. Conozcamos el interesante pensamiento de Portisch sobre la música y el ajedrez: "Hay jugadores de ajedrez que tienen un gran talento para la música y viceversa. El mejor ejemplo es Philidor, cuyos finales son fundamentales. Yo tenía un amigo compositor húngaro, que sostenía esta teoría: El ajedrez proviene de la India y fue creado por compositores indios, basado en música de su país."
Y qué decir que el gran Enrico Caruso rivalizaba tablero por medio con el notable maestro serbio Bora Kostic, quien, dicho sea de corrido, disputó un match en La Habana, 1919, con José Raúl Capablanca.
Cuando uno forma parte de la felicidad de los demás, no tiene derecho a marcharse, decía Bismarck, y eso justamente le ha sucedido al ajedrez, que ha resistido el paso de los tiempos y cada día tiene mayores bríos en todos los confines del planeta. Ha hecho feliz a tantos hombres... refiriéndonos al genero humano, porque también las mujeres poseen una rica historia en el ámbito ajedrecístico, desde que en 1617 se mencionó por primera vez la participación de las féminas, cuando en una relación de jugadores publicada por el italiano Pietro Carrera aparece en el lugar 83 Lucio Timpanello, siciliano, y a renglón seguido: 84 La mujer de Timpanello. 85 Su hija. Aún más, en el 87: "Una hebrea nacida en Venecia, joven ruda de 20 años, cuyo nombre ignoro".
Las hazañas de la legendaria Vera Menchik, nueve veces campeona mundial, primera en rivalizar con éxito versus hombres, han enriquecido la cultura ajedrecística, así como todos sus seguidoras, entre quienes destacan Nona Gaprindashvili, Maya Chiburdanidze, Xie Jun y, claro, las fabulosas hermanas Polgar: Zsuzsa, Zsofia y Judith, esta última situada hoy entre los primeros Grandes Maestros del planeta.
Entre los estadistas sobresale Lenin, apasionado por los problemas y finales, de quien se conserva una foto disputando una partida con el gran literato Máximo Gorki, quien dijo de Vladimir Ilich: "Jugaba con pasión al ajedrez y cuando perdía se enojaba o afligía como un niño." Lenin definió el ajedrez como gimnasia mental.
El padre de la patria en Cuba, Carlos Manuel de Céspedes, fue un ajedrecista incansable. Tradujo del francés “Las Leyes del Ajedrez”, y las publicó en el periódico “El Redactor”, de Santiago de Cuba. Jugaba una partida minutos antes de caer dignamente por la libertad de Cuba. Y nuestro Héroe Nacional, José Martí, tenía entre sus buenos amigos al más prolífero escritor de ajedrez en lengua castellana, el cubano mexicano Andrés Clemente Vázquez, quien lo adentró en los secretos de Caissa. Martí escribió una nota ajedrecística en México, jugó partidas y gracias a Clemente Vázquez se conserva una de sus partidas, con un niño mexicano.
Tal vez menos conocida es la vinculación de Simón Bolívar con el ajedrez. Ampliemos al respecto. Simón Bolívar, como muchos otros grandes hombres de la historia, enriqueció su espíritu con el ajedrez. Lo jugó y tanto que decía: "El ajedrez no es un juego, sino una pasión."
En un artículo periodístico sobre la instrucción pública, escrito en 1825, decía El Libertador: "Las naciones marchan hacia el término de grandeza, con el mismo paso que camina la educación (...) los juegos y recreaciones son necesarios a los niños como el alimento (...), como útiles y honestos son conocidos el ajedrez..." Bolívar incluyó el noble juego entre los que debían enseñarse en la escuela, en época que el ajedrez no gozaba de gran difusión, no se habría celebrado aún el primer torneo internacional de la época contemporánea (Londres, 1851) y era virtualmente patrimonio de pudientes y dotados. Se adelantó en mucho a otras prominentes figuras que han abogado por la misma causa, como José Raúl Capablanca, un siglo después y más que homenaje es una flor que se abre a su memoria el que Venezuela haya sido el primer país de Latinoamérica en incluir el ajedrez en su programa escolar, lo cual se está haciendo también en Cuba.
¿Cómo entra en contacto Bolívar con el ajedrez? Gabriel García Márquez enciende la luz: El general había aprendido a mover las piezas en su segundo viaje a Europa y poco faltó para hacerse un maestro jugando con el general O'Leary en las noches muertas de la larga campaña del Perú. Ese segundo viaje suyo a Europa comienza en 1803, se extiende a cuatro años. Y entre los acontecimientos relevantes asiste a la coronación de Napoleón, el 2 de diciembre de 1804. Además de en Francia, estuvo en Italia y España, precisamente los países que exhibían la más alta cultura de ajedrez entonces. Por supuesto que Bolívar debe haber conocido mucho de la obra de André Danican Philidor, nacido en París el 7 de septiembre de 1726 y fallecido en Londres el 3 de septiembre de 1795: el mejor ajedrecista de todo el siglo XVIII, uno de los genios que más aportes ha hecho al juego, quien por si fuera poco, era considerado en su época como el más notable compositor de la ópera parisina. Y aunque no puede testimoniarlo, el joven Bolívar debe haber frecuentado el Café de La Régence, el preferido de la intelectualidad, en el que podía verse lo mismo a Napoleón que a Benjamín Franklin, y que era además el centro de la vida ajedrecística de París.
Así me explico que el hombre de sueño y acción por América sintiera el ajedrez como una pasión y quisiera que se enseñara a aquellos que nacieran en el Nuevo Mundo, aunque al decir de García Márquez sus nervios no estaban hechos para un juego de tanto parsimonia. Los últimos meses en la vida de Bolívar fueron novelados por Gabriel García Márquez. Permítame abrir ante usted El general en su laberinto:
José Palacios no recordaba a su señor en mucho tiempo con una salud tan estable como la de aquellos días pues los dolores de cabeza y las fiebres del atardecer rindieron las armas tan pronto como se recibió la noticia del golpe militar. Pero tampoco lo había visto en un estado de mayor ansiedad. Preocupado por eso, Montilla había logrado la complicidad de Fray Sebastián de Siguenza para que le presentara al general una ayuda encubierta. El fraile aceptó de buen grado, y lo hizo bien, dejándose ganar al ajedrez en las tardes áridas en que espe¬raban a los enviados de Urdaneta. Fray Sebastián lo encontraba meciéndose con fuertes bandazos en la hamaca que se había hecho colgar frente a la puerta de la calle, para vigilar el camino de polvo abrasador por donde habían de aparecer los enviados de Urdaneta "Ay, Padre", decía el general al verlo llegar. "Usted no escarmienta". Apenas se sentaba para mover sus piezas, pues después de cada jugada se ponía de pie mientras el Frai¬le pensaba. "No me distraiga, Excelencia", le decía éste, "que me lo como vivo". El general reía: "El que almuerza con la soberbia, cena con la vergüenza".
O'Leary solía detenerse junto a la mesa para estudiar el tablero y sugerirle alguna idea. El lo rechazaba indignado. En cambio, cada vez que ganaba salía al patio donde sus oficiales jugaban a las barajas, y les cantaba la victoria. En mitad de una partida, Fray Sebastián le preguntó si no pensaba escribir sus memorias. "Jamas", dijo él. "Esas son vainas de los muertos". Bien pudo ocurrir como lo narra el Nobel de Literatura. Si el general hubiera salido de su laberinto y le hubiera entrado a esa vaina de sus memorias, hubiera dispuesto yo de más datos para este artículo, porque no es de extrañar que mencionara a Philidor, Saint Amant, Laburdonnais u otro ajedrecista francés y, sobre todo, que narrara alguna anécdota originada en La Régence. Pero esto no ocurrió jamás, como le contestó en medio de aquella partida al Fray Sebastián, porque la pregunta brotó a poco del 17 de diciembre de 1830, el último día de vida para Simón Bolívar, una vida que había empezado el 24 de julio de 1783, vida agitada, llena de tácticas y estrategias, como soberbia partida de ajedrez. La vida ajedrecística del Che puede ser tema de toda una conferencia, y de un libro. Era ajedrecista ciento por ciento. No se perdía una ronda de cuanto torneo se jugara en Cuba, ni la oportunidad de disputar una partida con los maestros. Conoció de la existencia de Cuba por el ajedrez, cuando tenía 11 años, en 1939, al enterarse que Capablanca era de Cuba. Entonces el excampeón mundial jugaba en la Argentina la VIII Olimpiada.
El Che es el padre de los éxitos del ajedrez en Cuba en las últimas décadas: alentó y apoyó todas las iniciativas para el desarrollo. Previó que Cuba tendría Grandes Maestros como parte de la obra de la Revolución, en época en la que apenas teníamos Maestros In¬ternacionales. Por eso, cuando en 1975 Silvino García recibió el primer título de GM lo dedicó a la memoria del Che. Lo dicho: el ajedrez no tiene derecho a marcharse, porque propicia la felicidad humana, tanto la de los grandes hombres, como los hombres sencillos, como usted o como yo.
Quien juegue al ajedrez, puede considerarse un artista, porque constantemente se encuentra en proceso de creación. En un artículo publicado en Londres, 1929 escribió Capablanca que el ajedrez es un arte, como la pintura o la escultura, y en este aspecto quiero significar al gran escultor cubano Florencio Gelabert, amigo personal de Capablanca, quien imprimió su sello en el Rey de mármol que lo perpetúa en el Cementerio de Colón, en La Habana. Con más razón de la que podría imaginar, Cervantes escribió: "El ajedrez es semejante a la vida", y así es, porque cada jugada significa una toma de decisión, como las más diversas que tenemos que tomar cada día. Ahora, si nos preguntan ¿el ajedrez es ciencia, arte o deporte?, podemos asegurar: es todo eso y mucho más; es en concordancia con Johann Wolfgang Goethe, “la piedra de toque del intelecto”.

Unknown dijo...

Si uno quisiera ampliar sobre la multifacetidad del ajedrez, tratada en este foro yo recomendaria calurosamente el libro David Shenk El inmortal juego. Adjunto reseña escrita por Wall.


The Immortal Game - A Review
by Bill Wall

The Immortal Game by David Shenk is a fascinating book on the history of chess, with each chapter containing a few moves in the famous immortal game played between Adolf Anderssen and Lional Kieseritzky in London in 1851.

The prologue introduces us to the famous artist Marcel Duchamp who later gave up art to become a chess master addicted to chess. Shenk compared Duchamp's chess addiction to that of a virus that infects the thoughts of its human host. Chess has had that affect on some individuals who found chess the most intriguing of all games.

The introduction covers the origins and early years of chess and how it evolved to the game we know today. It also includes examples of periods when chess was banned or discouraged.

The first chapter deals with the origins of chess, including the myths of who invented the game. This is followed by the author's introduction to chess and the first move of the immortal game between Anderssen and Kieseritzky. The game, with its King Gambit Accepted opening, is well annotated throughout the book, including chess diagrams on all of the moves. The first chapter also has a brief description of Anderssen and Kieseritzky.

Chapter 2, titled House of Wisdom deals with chess and the Muslim Renaissance and influence. The original game of chatrang is now called shatranj and played or supported by the Caliphs. This section is followed by move 2 of the immortal game and some more firsthand experience with chess by the author.

Chapter 3 covers the medieval period and how chess spread throughout Europe. There is a section devoted to the Lewis chessmen and to a chess book comparing chess with the morals of men. This book by Cessolis was almost as popular as the Bible. Medieval poets also wrote about romantic love, and used chess as a way to convey it. The section is followed by move 3 of the immortal game.

Chapter 4 covers more evolution of chess, such as the development of the powerful queen move and new uniform rules of chess. This period also led to use of chess as a metaphor in literature. Shenk also introduces the reader to the nearly infinite possibilities of chess moves and total number of unique chess games. The section is then followed by moves 4 and 5 of the immortal game.

Chapter 5 deals with chess during the Enlightenment period. This chapter includes Benjamin Franklin's connection with chess, including his essay on the Morals of Chess. He also introduces Greco, Philidor, Rousseau and others who were involved with chess during this period. Moves 6 and 7 of the immortal game follows this chapter, including the author's own introduction to chess books and tournaments.

Chapter 6 covers the early to mid 19th century, including Napoleons's involvement in chess as well as chess master Samuel Rosenthal. It turns our that Samuel Rosenthal, a lesser known master, is related to the author. Rosenthal is the author's great-great-grandfather. This chapter is followed by moves 8 and 9 of the immortal game.

Chapter 7 is titled Chunking and Tasking. This chapter covers the work of psychologist Alfred Binet, who was curious how chess masters play blindfold chess. Also included in this chapter are modern investigations of how chess players think, including the works of Adriaan De Groot and Chase and Simon, who developed the theory of chunking as a memory technique. There is also a section devoted to the Polgar girls and chess. The chapter is followed by moves 10 and 11 of the immortal game.

Chapter 8 deals with Paul Morphy, the pride and sorrow of chess, and Bobby Fischer. The author provides a short list of other chess victims that suffered from mental problems in later life. The title of this chapter is Chess and the Shattered Mind. Moves 12 through 16 of the immortal game follow this chapter.

Chapter 9 is titled Chess and Totalitarianism in the Twentieth Century. The chapter deals with Alekhine, Jews, and the rise of chess in the Soviet Union. Moves 17 through 19 of the immortal game follow this chapter.

Chapter 10 cover the Hypermodern school of chess and some more coverage of Duchamp and chess. Moves 20 and 21 of the immortal game follow this chapter.

Chapter 11 deals with chess, Alan Turing, and chess computers. A section is devoted to Garry Kasparov playing against some of the best chess computers in the world. Moves 22 and 23 (checkmate) of the immortal game follow this chapter. Anderssen sacrifices his Queen to deliver checkmate with his Bishop, supported by his well-place Knights.

Chapter 12 is titled The Next War - Chess and the Future of Human Intelligence. The chapter deals with the game's modern appeal, the benefits of chess, and teaching chess to young kids.

The book ends with the author discovering a sketch of his great-great grandfather, Samuel Rosenthal, at Simpson's on the Strand in London, where the Immortal Game was played. The book also includes a fine appendix on the rules of chess, five other great games from history, Franklin's "The Morals of Chess," and a final section of sources and notes.

A very enjoyable book of over 300 pages that covers a wide range of chess topics, and a well annotated game that some consider the most remarkable chess game ever played.

Anónimo dijo...

El ajedrez como la musica y el amor tiene la propiedad de hacer feliz al hombre
S.Tarrasch

Anónimo dijo...

No siempre el ajedrez sale bien elogiado. En el siguiente preambulo del famoso cuento "El crimen de la Calle Morge" de Allan Poe no quedamos bien:



Las condiciones mentales que suelen considerarse como analíticas son, en sí mismas, poco susceptibles de análisis. Las consideramos tan sólo por sus efectos. De ellas sabemos, entre otras cosas, que son siempre, para el que las posee, cuando se poseen en grado extraordinario, una fuente de vivísimos goces. Del mismo modo que el hombre fuerte disfruta con su habilidad física, deleitándose en ciertos ejercicios que ponen sus músculos en acción, el analista goza con esa actividad intelectual que se ejerce en el hecho de desentrañar. Consigue satisfacción hasta de las más triviales ocupaciones que ponen en juego su talento. Se desvive por los enigmas, acertijos y jeroglíficos, y en cada una de las soluciones muestra un sentido de agudeza que parece al vulgo una penetración sobrenatural. Los resultados, obtenidos por un solo espíritu y la esencia del método, adquieren realmente la apariencia total de una intuición.

Esta facultad de resolución está, posiblemente, muy fortalecida por los estudios matemáticos, y especialmente por esa importantísima rama de ellos que, impropiamente y sólo teniendo en cuenta sus operaciones previas, ha sido llamada par excellence análisis. Y, no obstante, calcular no es intrínsecamente analizar. Un jugador de ajedrez, por ejemplo, lleva a cabo lo uno sin esforzarse en lo otro. De esto se deduce que el juego de ajedrez, en sus efectos sobre el carácter mental, no está lo suficientemente comprendido. Yo no voy ahora a escribir un tratado, sino que prologo únicamente un relato muy singular, con observaciones efectuadas a la ligera. Aprovecharé, por tanto, esta ocasión para asegurar que las facultades más importantes de la inteligencia reflexiva trabajan con mayor decisión y provecho en el sencillo juego de damas que en toda esa frivolidad primorosa del ajedrez. En este último, donde las piezas tienen distintos y bizarres movimientos, con diversos y variables valores, lo que tan sólo es complicado, se toma equivocadamente —error muy común— por profundo. La atención, aquí, es poderosamente puesta en juego. Si flaquea un solo instante, se comete un descuido, cuyos resultados implican pérdida o derrota. Como quiera que los movimientos posibles no son solamente variados, sino complicados, las posibilidades de estos descuidos se multiplican; de cada diez casos, nueve triunfa el jugador más capaz de concentración y no el más perspicaz. En el juego de damas, por el contrario, donde los movimientos son únicos y de muy poca variación, las posibilidades de descuido son menores, y como la atención queda relativamente distraída, las ventajas que consigue cada una de las partes se logran por una perspicacia superior. Para ser menos abstractos supongamos, por ejemplo, un juego de damas cuyas piezas se han reducido a cuatro reinas y donde no es posible el descuido. Evidentemente, en este caso la victoria —hallándose los jugadores en igualdad de condiciones— puede decidirse en virtud de un movimiento recherche resultante de un determinado esfuerzo de la inteligencia. Privado de los recursos ordinarios, el analista consigue penetrar en el espíritu de su contrario; por tanto, se identifica con él, y a menudo descubre de una ojeada el único medio —a veces, en realidad, absurdamente sencillo— que puede inducirle a error o llevarlo a un cálculo equivocado.

Desde hace largo tiempo se conoce el whist por su influencia sobre la facultad calculadora, y hombres de gran inteligencia han encontrado en él un goce aparentemente inexplicable, mientras abandonaban el ajedrez como una frivolidad. No hay duda de que no existe ningún juego semejante que haga trabajar tanto la facultad analítica. El mejor jugador de ajedrez del mundo sólo puede ser poco más que el mejor jugador de ajedrez; pero la habilidad en el whist implica ya capacidad para el triunfo en todas las demás importantes empresas en las que la inteligencia se enfrenta con la inteligencia. Cuando digo habilidad, me refiero a esa perfección en el juego que lleva consigo una comprensión de todas las fuentes de donde se deriva una legítima ventaja. Estas fuentes no sólo son diversas, sino también multiformes. Se hallan frecuentemente en lo más recóndito del pensamiento, y son por entero inaccesibles para las inteligencias ordinarias. Observar atentamente es recordar distintamente. Y desde este punto de vista, el jugador de ajedrez capaz de intensa concentración jugará muy bien al whist, puesto que las reglas de Hoyle, basadas en el puro mecanismo del juego, son suficientes y, por lo general, comprensibles. Por esto, el poseer una buena memoria y jugar de acuerdo con «el libro» son, por lo común, puntos considerados como la suma total del jugar excelentemente. Pero en los casos que se hallan fuera de los límites de la pura regla es donde se evidencia el talento del analista. En silencio, realiza una porción de observaciones y deducciones. Posiblemente, sus compañeros harán otro tanto, y la diferencia en la extensión de la información obtenido no se basará tanto en la validez de la deducción como en la calidad de la observación. Lo importante es saber lo que debe ser observado. Nuestro jugador no se reduce únicamente al juego, y aunque éste sea el objeto de su atención, habrá de prescindir de determinadas deducciones originadas al considerar objetos extraños al juego. Examina la fisonomía de su compañero, y la compara cuidadosamente con la de cada uno de sus contrarios. Se fija en el modo de distribuir las cartas a cada mano, con frecuencia calculando triunfo por triunfo y tanto por tanto observando las miradas de los jugadores a su juego. Se da cuenta de cada una de las variaciones de los rostros a medida que avanza el juego, recogiendo gran número de ideas por las diferencias que observa en las distintas expresiones de seguridad, sorpresa, triunfo o desagrado. En la manera de recoger una baza juzga si la misma persona podrá hacer la que sigue. Reconoce la carta jugada en el ademán con que se deja sobre la mesa. Una palabra casual o involuntaria; la forma accidental con que cae o se vuelve una carta, con la ansiedad o la indiferencia que acompañan la acción de evitar que sea vista; la cuenta de las bazas y el orden de su colocación; la perplejidad, la duda, el entusiasmo o el temor, todo ello facilita a su aparentemente intuitiva percepción indicaciones del verdadero estado de cosas. Cuando se han dado las dos o tres primeras vueltas, conoce completamente los juegos de cada uno, y desde aquel momento echa sus cartas con tal absoluto dominio de propósitos como si el resto de los jugadores las tuvieran vueltas hacia él.

El poder analítico no debe confundirse con el simple ingenio, porque mientras el analista es necesariamente ingenioso, el hombre ingenioso está con frecuencia notablemente incapacitado para el análisis. La facultad constructiva o de combinación con que por lo general se manifiesta el ingenio, y a la que los frenólogos, equivocadamente, a mi parecer, asignan un órgano aparte, suponiendo que se trata de una facultad primordial, se ha visto tan a menudo en individuos cuya inteligencia bordeaba, por otra parte, la idiotez, que ha atraído la atención general de los escritores de temas morales. Entre el ingenio y la aptitud analítica hay una diferencia mucho mayor, en efecto, que entre la fantasía y la imaginación, aunque de un carácter rigurosamente análogo. En realidad, se observará fácilmente que el hombre ingenioso es siempre fantástico, mientras que el verdadero imaginativo nunca deja de ser analítico.

Edgar Allan Poe

Anónimo dijo...

"El ajedrez es la Vida"
R.J.Fischer

dankenzon dijo...

Lamento decirles que el VERDADERO REY DE LOS JUEGOS ES EL GO... no el ajedrez.

Anónimo dijo...

NO ESTOY DE ACUERDO, Y LE VOY A DECIR PORQUE:

LO QUE PASA ES QUE EL AJEDREZ Y EL GO SON DOS JUEGOS DE UNA PROFUNDIDAD SIN PAR, EN L0S QUE EL AZAR NO TIENE LUGAR. SIN EMBARGO (Y ESTA ES UNA OPINION MUY PERSONAL), CADA UNO TOCA LA REALIDAD LUDICA DE MANERA DISTINTA. EL AJEDREZ TRATA DE DOMINAR AL OTRO MATANDOLE A SU LIDER. SI TE COMES CASI TODAS LAS PIEZAS DEL RIVAL, PERO TE COMEN TU REY, PIERDES. EN EL GO LO QUE CUENTA ES DOMINAR EL ESPACIO, ES OTRA FORMA DE LLEGAR A LA VICTORIA.
PERO CONSIDERO QUE EL AJEDREZ ES UN JUEGO MUCHO MAS COMPLETO, PUES CADA PIEZA SE MUEVE DIFERENTE, DANDO LUGAR A UNOS INCREIBLES ALGORITMOS Y POSIBILIDADES. EL GO ES UN GRAN JUEGO, Y DEPORTIVAMENTE HABLANDO, LO RECOMIENDO PARA EJERCITAR EL DOMINIO TERRITORIAL EN EL AJEDREZ, PARA EJERCITAR LA HABILIDAD DE JUGAR CON LAS CASILLAS FUERTES Y DEBILES DEL TABLERO.

Y como decia Abel Pacheco,
MUCHAS GRACIAS!

Jairo Nunez.

Por cierto, gracias a ajedrezuniversal por ese delicioso articulo.

fvicent dijo...

Se les olvida un detalle. La combinatoria es mucho mayor en el caso del go, simplemente porque el tablero es de 19x19. Una computadora que juega al ta-te-ti, no pierde nunca. A medida que el tablero se agranda, las cosas cambian; en el caso del go, ¿hay alguna computadora que juegue tan bien como un humano? Me pá que no...
Esto no es indicio de que un juego sea "mejor" que el otro, cada uno tendrá sus preferencias, y como bien indicaban, cada juego tiene una filosofía diferente (en el caso del go, no se trata solo de dominar el espacio, sino también de convivir con el rival, por decir un ejemplo).

El go no es un "buen hijo" del ajedrez, ni tampoco es el "rey de los juegos". Ahora bien, en cualquier caso traten de fundamentar lo que dicen. Saludos